Según Turchet, el interés de los brazos (y de las manos) es que permiten realizar un acercamiento afectivo. En su obra “El lenguaje de la seducción” pone el ejemplo de Freud y su gestualidad: cuando el psicoanalista estaba en público mantenía siempre una de las dos manos o las dos, ocultas tras la espalda. Eso le hace inmediatamente más inaccesible a los demás y que mantenga una gran distancia respecto a lo que ocurre[1]. Los brazos son los vínculos con los otros, con ellos se abraza, se acoge y se expresa afecto o rechazo.
Lo interesante de esto es que no podemos perder de vista las posiciones que el brazo adopta. El interior y el exterior del brazo expresan una forma de relacionarse completamente diferente, de abrirse o cerrarse al otro.
La zona del brazo que se muestra (interior o exterior) es fundamental para valorar lo que comunica la persona. Según Turchet, entre la palma y el dorso de la mano existe la misma diferencia que la cara y el dorso del ser humano. La parte interna del brazo (incluyendo la parte interna de las muñecas) es la cara más dulce, más “blanda”, la que expresa el deseo de acercamiento y de unión con el otro, de apertura. Por el contrario, el exterior del brazo (incluyendo el dorso de la mano) significa la protección, la defensa frente al otro.[2] Los codos y las muñecas son las articulaciones que nos permiten la flexibilización del cuerpo y el movimiento de los huesos. En la cara exterior del codo se proyectan las resistencias. Los codos y las muñecas muestran la cara externa cuando rechazan algo.
Turchet nos habla del concepto de bucles de retroacción principales que hace referencia a los cruces de brazos y piernas. En el caso de los brazos, el análisis o lectura de estos cruces no implica cierre necesariamente, y es una mirada hacia uno mismo. Si el cruce de brazos viene acompañado de otros ítems, sí se puede interpretar como señal de cierre o estrés[3]. El cruzamiento de brazos es un gesto aprendido. Tiene significación con la sumisión a la autoridad. Expresa cierta reserva o cierre, pero las posiciones de las manos, matizan esa creencia e incluso pueden anularla. Es necesario agudizar la observación. El hecho de estar encerrado en uno mismo, es evidente que tiene su repercusión en la captación de la información; eso es lo que nos explica Goman[4] que señala que hay estudios que confirman que al mantener los brazos cruzados cuando se está escuchando se retiene menos información y se aprende menos y Pease[5] detalla una investigación que se realizó en EEUU sobre el gesto de cruzarse de brazos. Se solicitó a un grupo de participantes que asistieran a una serie de conferencias y que durante las mismas, mantuvieran los brazos, las piernas y la postura general relajados y que no cruzaran ambos en ningún momento. Posteriormente, se pidió a un segundo grupo que asistiera y que durante las charlas cruzaran los brazos sobre el pecho.
Los resultados mostraron que el segundo grupo había retenido y aprendido un 38% menos que el grupo primero. Además, este segundo grupo también tenía una opinión más crítica sobre las conferencias y los conferenciantes. El mismo experimento se desarrolló en 1989 con mil quinientos delegados durante seis conferencias y obtuvo prácticamente los mismos resultados.
Cuando queremos liberarnos de la rigidez mental que en ocasiones sentimos, el cerebro lanza a las articulaciones mensajes en los que les ordena que faciliten al cuerpo la flexibilidad necesaria para que la relación fluya. Los codos y las muñecas son las dos articulaciones que expresan la flexibilidad (sin esas articulaciones el cuerpo sería totalmente rígido) y la energía (necesaria para transmitir a partir de la muñeca o del codo, los movimientos del brazo y de la mano). Por ejemplo, sin nuestros codos, sería imposible abrazar a otro o acercarse afectivamente a alguien. Cuando buscamos protegernos, los codos se apartan del tronco y formamos una burbuja entre nosotros y los demás, la muñecas están en posición de pronación y nos recluimos en nosotros mismos; por el contrario, cuando nos abrimos a los demás nuestros codos y nuestras muñecas se abren (supinación) hacia el otro[6]. Según Turchet, esto no es una cuestión morfológica sino Psicofisiológica: nuestro cuerpo adopta las posiciones que se corresponden con lo que sentimos psicológicamente.
Para los especialistas en desarrollo evolutivo infantil, la apertura de las muñecas , es realmente el signo de apertura a los demás y al mundo. La relación entre la palabra y el gesto pasa por las muñecas; al abrir las muñecas al exterior, mostramos una apertura mental. Cuando una persona abre sus muñecas, toda la parte superior del cuerpo se abre también y avanza hacia la otra persona. De forma que encontramos dos posiciones en la muñeca:
Supinación (muestra la palma): apertura a los demás, disposición a acoger la comunicación del interlocutor; también sumisión o pasividad.
Supinación
Pronación: (muestra el dorso de la mano): mayor apertura a uno mismo y sus propios recursos que al otro, control, dominio.
Pronación.
En general, existen grandes diferencias entre las personas y más allá, entre las mujeres y los hombres. Las mujeres parecen más abiertas que los hombres porque, entre otros aspectos mueven las muñecas de una forma más pronunciada que los hombres. De hecho, si pedimos a muchos hombres que adopten las posiciones de muñecas de muchas mujeres, nos parecerán, en la mayoría de los casos, afeminados. Desde un punto de vista cultural, se educa al hombre para que no deje entrever sus emociones, estos “cierres afectivos” acaban por dejar huella en el cuerpo. Es fundamental destacar aquí las aportaciones de Wilhem Reich y de su discípulo principal, Alexander Lowen, acerca de los análisis sobre lo que denominan el “caparazón corporal”. Lowen afirma que el cuerpo es la memorización y expresión de las experiencias vitales de las personas
Toda expresión física del cuerpo tiene un significado, desde el apretón de manos, hasta la mirada. Cuando estas expresiones han quedado fijadas y son habituales, podemos leer en ellas la historia de una experiencia pasada. Si la interacción con el medio fue difícil, los patrones básicos corporales de movimiento y expresión serán menos espontáneos y libres, y, por lo tanto, menos satisfactorios.
Por ejemplo, si un niño suprime el sentimiento de rabia para que no se lo noten, apretará la mandíbula y cerrará la boca y la garganta por dentro (tensionándola), o retirara la energía de otras partes de su cuerpo (cerrándolas) o tensará ciertos grupos de músculos (castigándose, somatizando). Si esta experiencia se repite crónicamente su actitud quedará impresa en su cuerpo[7].
No obstante y aunque hayamos planteado posiciones claramente de apertura, debemos recordar siempre que hay matices distintos en el cruce de brazos que nos indican si existe o no cierre de verdad, porque, como ya hemos dicho, no todos los cruces de brazos implican un cierre y, en ocasiones, implica una postura aprendida socialmente. Lo fundamental que se debe tener en cuenta es que el cruce de brazos se muestra la biología interna de la persona, en qué estado se encuentra; mientras que en el cruce de piernas se muestra la relación con la persona con la que se interactúa.
Según Turchet, con el cruce de brazos el ser humano expresa tres disposiciones de espíritu o estados: estrés, bienestar o fuerza.
En el cruce de brazos para precisar que existe un cierre de la persona hay que prestar atención a la situación general de la mano y a la colocación (altura) de los brazos:
Posición de la mano
- Si están escondidas: implica cierre
- Si están cerradas: cierre y estrés
- Si existe supinación superior: cierre
Posición de los brazos
- Si los brazos cruzados están muy altos en el tronco: cierre
Cruce de brazos normal. Manos abiertas, no hay supinación. Puede no indicar cierre (comodidad)
Manos abiertas y mostradas (afirmación-seguridad)
Manos escondidas (cierre)
Puño cerrado: cierre + estrés
Brazos altos: cierre
Mostrar pulgar: liderazgo, el rol del jefe
En cambio, si el cruce de brazos muestra relajación muscular, la posición de los brazos es baja, las manos se muestran y no hay supinación, no implica un cierre frente al otro, sino que puede ser una posición social. |
Es importante comprender que la parte superior del cuerpo transmite mensajes distintos a los de la parte inferior del cuerpo. Las piernas son mucho más “libres” que nuestro torso y nuestros brazos. Turchet propone un experimento que consiste en cruzar las piernas en ambos sentidos, algo que puede hacerse sin dificultad; sin embargo, cuando cruzamos los brazos en ambos sentidos, debemos pensar en ello porque siempre los cruzamos en el mismo. El primero implica la lógica sistémica, a los movimiento en relación al otro y el segundo a la lógica analítica, en relación a uno mismo. Según Pease[8], cuanto más lejos del cerebro se encuentra una parte del cuerpo, menos conscientes somos de lo que esta hace.
Casi todos nosotros somos conscientes de las expresiones faciales del otro y propias, de los movimientos de las manos, etc.; pero, a medida que vamos descendiendo, vamos perdiendo consciencia. Casi no nos damos cuenta de que tenemos pies.
Las piernas son más libres que los brazos y dependen esencialmente de la posición de nuestro interlocutor en el espacio, de si deseamos acercarnos o alejarnos de este. Es decir, en el caso de las piernas, la razón principal de estos cambios no es nuestra biología interna sino la otra persona, aunque nuestros hemisferios derecho e izquierdo son los que dan las órdenes que permiten los cambios de posición.[9]
Para comprender el motivo por el que el movimiento de nuestras piernas es más libre y desligado que el de los brazos, Turchet indica que debemos remontarnos a nuestros dos primeros años de vida. A esa edad, la toma de conciencia de la existencia de nuestras piernas se realiza después de que seamos conscientes de nuestro tronco (ego) y de los brazos (vínculos afectivos). Los estudios del desarrollo evolutivo del niño demuestran que entre los doce y los dieciocho meses, junto a otros aprendizajes cognitivos y psicoafectivos, hemos estructurado nuestro ego sin tener en cuenta a nuestras piernas porque no tenemos conciencia de que las tenemos.
Bebé chupándose el pie. A esa edad, todavía no es consciente de que se trata de una parte de su cuerpo.
Esta toma de conciencia tardía de la existencia de los miembros inferiores tiene incidencia en la psique que se traduce en que los movimientos específicos de las piernas son más pulsionales, menos afectivos, menos emotivos que los de la parte superior del cuerpo. La parte inferior del cuerpo es el otro y en general, nuestros cruces de piernas están motivados por el acercamiento o el alejamiento.
En el próximo post nos acercaremos un poco más a esta parte del cuerpo.
[1] TURCHET, P.: El lenguaje de la seducción, Barcelona, 2010, p.132
[2] TURCHET, P.: El lenguaje del cuerpo, Bilbao, 2011, pp.237-249
[3] PEASE, A.: La comunicación no verbal. El lenguaje del cuerpo, Barcelona, 2006, p.19
[4] GOMAN, C.K.: Sin palabras, Madrid, 2008, p.127
[5] PEASE A., PEASE B.: El lenguaje del cuerpo, Barcelona, 2006, pp.106-107
[6] TURCHET, P.: El lenguaje de la seducción, Barcelona, 2010, pp.146-147
[7] LOWEN,A.: El lenguaje del cuerpo. Dinámica física de la estructura del carácter, Nueva York, 1985
[8] PEASE A., PEASE B.: El lenguaje del cuerpo, Barcelona, 2006, pp.227-228
[9] TURCHET, P.: El lenguaje de la seducción, Barcelona, 2010, p.161