Alma mater

Napoleón decía que “el porvenir de un hijo es siempre obra de su madre” y cuánta razón tenía. Si supiera que así lo han demostrado varios científicos más de dos siglos después, seguramente no lo habría creído.

Y es cierto, la madre es la que va a construir la forma en la que su hijo va entender el mundo y a relacionarse con él. Nuestro cerebro es eminentemente social, estamos “construidos” para socializar y la primera figura que crea esa “plantilla” sobre las que construiremos nuestras relaciones futuras es la madre. A través del contacto físico, de la expresión de amor de sus manos, sus besos y sus caricias el niño que será adulto fortalece sus emociones y elimina sus miedos a conectar con otros seres humanos en los que confía porque no ha sido agredido.

Esta relación comienza mucho antes de que nazcamos y se halla integrada en la estructura misma de nuestro sistema nervioso. Estando en el útero materno, sincronizamos nuestros movimientos con el ritmo del habla de nuestra madre, pero no con otros sonidos y cuando nacemos, se establecen “protoconversaciones” con ella que serán el prototipo base de toda interacción humana.

Estas conversaciones, no son verbales; discurren a través de la mirada, el tacto, los sonidos, el tono de voz, las sonrisas, los arrullos y especialmente lo que se llama el “maternés” [motherese] , que es lo que corresponde a lo que llegará a ser el habla adulta. Los matices que lo conforman van más allá de cualquier cultura y se dan independientemente de que la madre hable chino, turco o español. Siempre suena amable o juguetón, con un tono muy elevado, declamaciones cortas y un ritmo regular.

Es frecuente que la madre lo acompañe con palmadas y caricias a un ritmo regular y su cara y los movimientos de su cabeza se hallan en sincronía con las manos y la voz; y el bebé, a su vez, suele responder al movimiento de las manos de su madre sincronizando sus sonrisas arrullos movimientos de mandíbula, lengua y labios. La relación que se establece entre la madre e hijo es incomparable con cualquier otra relación entre seres humanos.

Estas sesiones son para el bebé la antesala de lo que llegarán a ser sus interacciones con otros seres humanos de adulto.

Este video es un ejemplo perfecto de esa relación y esa conexión tan fuerte y tan absolutamente emocional:

La protoconversación es la plantilla básica de toda relación humana. Por esta razón, la capacidad de entrar en sincronía, como hicimos cuando éramos bebés, guía todas las interacciones sociales que mantenemos a lo largo de toda nuestra vida. Y del mismo modo que siendo niños los sentimientos fueron el tema fundamental de la protoconversación, siguen siendo el vehículo a través del cual discurre la comunicación adulta”

Estas sesiones de protoconversación son para todos nosotros, cuando hemos sido niños, el experimento piloto antes de disponer de lenguaje para relacionarnos con el otro; “seminarios intensivos”, según los denomina Goleman, en los que aprende a relacionarse. Aprendemos a conectar con los demás mucho antes de que tengamos palabras para expresar lo que sentimos y cómo nos sentimos.

La capacidad de establecer sincronía, de empatizar, de conectar, al igual que hicimos cuando éramos bebés, va a guiar todas las interacciones sociales que mantengamos a lo largo de nuestra vida. Quizás por eso, son muchas las personas que se acuerdan y llaman a su madre en el momento de morir o que se convierten en niños cuando una madre se muere.

Os dejo con una escena impresionante de la película “Salvar al soldado Ryan” la de la muerte del soldado Irwin Wade, interpretado de forma impecable por el actor Giovanni Ribisi. La clave está en los segundos finales.(a partir del 5:35)  Aviso que es fuerte pero tan auténtica y tan genuina que merece la pena ver.

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